Capítulo 114
Capítulo 114: Nunca Me Dejes
De repente, una sonrisa se dibujó en los labios de Santiago.
Inicialmente, quería preguntarle si sabía qué consecuencias traería venir aquí. Pero en un instante, decidió no hacerlo.
¡Ella estaba preocupada por él! ¡Eso era suficiente!
En cuanto a lo demás…
Santiago tomó la muñeca de Valentina, la atrajo hacia él y la besó apasionadamente. Copyright by Nôv/elDrama.Org.
La puerta se cerró tras ellos.
Valentina, confundida y mareada por el beso, tardó en darse cuenta de la inusual conducta de su
marido de matrimonio relámpago.
Su comportamiento era similar al de las dos veces que fue drogada. ¿Habían drogado también a
él?
-Valen… -susurraba Santiago al oído, abrazándola como si quisiera fusionarla con su ser.
La temperatura de la habitación subió abruptamente.
Valentina estaba segura: había sido drogado.
Queria apartarse, pero recordando las veces que su marido la había salvado en circunstancias similares, sintió que debía ayudarlo.
Santiago no le dio tiempo a Valentina para pensar demasiado. Con cada beso, ella también parecía encenderse.
La habitación se transformó en un escenario de intimidad y pasión:
Fuera, Aitana observaba la puerta del 602 con envidia y una expresión feroz.
Había sido expulsada por señor Mendoza, pero no se había ido.
No estaba dispuesta a rendirse y buscaba una oportunidad, sabiendo que el potente efecto de la droga que le dio a señor Mendoza no podría ser eliminado fácilmente.
Aitana mordía su furia. ¿Cómo era que Valentina había llegado alli?
En la habitación, tras un tiempo indefinido, el efecto de la droga sobre Santiago finalmente cesó.
Valentina yacia en la cama, agotada.
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Después de lo sucedido, no sabia cómo enfrentar a su… exmarido. Su matrimonio estaba a punto de terminar, ¡y esto!
Valentina, como un avestruz, cerró los ojos y se hizo la dormida. Santiago, acariciando su
cabello, se sintió aliviado.
Sabia que ella fingla, pero no tenia intención de desenmascararla. La habia cansado.
-No me dejes, nunca me dejes -susurró Santiago junto a su oído, abrazándola antes de
quedarse dormido.
Valentina abrió los ojos solo cuando notó que su ex marido ya estaba dormido. Se movió
cuidadosamente y salió de la cama con precaución.
La última vez también fue en esta habitación donde se escabulló sigilosamente.
Esta vez, para evitar la vergüenza, decidió hacer lo mismo.
Valentina salió de la habitación y corrió fuera del hotel.
Aitana, al ver a Valentina marcharse, pensó en otro plan. Sin embargo, recordando la patada que
había recibido del señor Mendoza, sintió miedo.
Si el señor Mendoza estaba consciente y sabía que estaba con Valentina, ella podría quedar
expuesta y enfrentaria la ira de él.
Aitana, con duda, decidió no arriesgarse.
En ese momento, solo podía rezar para que el señor Mendoza, al confundirla con Valentina, no
descubriera su verdadera identidad.
Desconsolada, Aitana se fue.
Después de irse, pagó para eliminar su presencia en las cámaras del hotel, como si nunca
hubiera estado alli.
A la mañana siguiente, Santiago despertó, esperando ver a Valentina, pero para su sorpresa,
encontró a Lucia.
Lucía estaba sentada en una silla junto a la cama, mirando absorta a Santiago.
Ella, que ya había estado casada, se dio cuenta de lo que había pasado en la habitación en
cuanto entró.
Pensó en irse, pero rápidamente cambió de opinión y decidió quedarse.
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-Fuera! -dijo Santiago al abrir los ojos y verla, expresando su desagrado.
Lucia se levanto, con una mirada de tristeza.
Ella sabia como despertar la compasión en aquel hombre.
Pero Santiago solo mostró una sonrisa fria.
-¿Señorita Lucia Valenzuela quiere verme desnudo? ¿A la familla Valenzuela no le importa, y tampoco a tu marido?
Sus palabras estaban llenas de sarcasmo.
Lucia sintió que sus emociones se desbordaban y se acercó a Santiago, pero él se alejó.
-Santy, dejemos de enojarnos, ¿vale? Me equivoqué. Nunca debi casarme con Samuel. Ya estoy tramitando el divorcio, y…
Lucia miró alrededor del desordenado cuarto.
-Y tú ya me has vengado, ambos…
Santiago nunca habia sentido tanta aversión hacia esta mujer.
-¡Lárgate! -dijo, sin querer hablar más.
Si no fuera porque estaba desnudo bajo las sábanas, la habría echado él mismo.
¿Cómo había entrado en su habitación?
Bajo esa mirada, Lucía se estremeció y, sin querer provocarlo más, salió.
Fuera de la habitación, Lucía se mordía el labio, llorando en silencio.
Dylan llegó y la vio llorando, acercándose preocupado.
-¿Qué pasó?
Miró hacia la habitación, suponiendo que su amigo Santiago había hecho llorar a Lucía.
Viendo que Lucía negaba con la cabeza, Dylan entró.
-Santy, ¿qué pasó? Lucía vino a verte con buena intención. ¿cómo puedes…
Dylan se detuvo al encontrarse con la mirada helada de Santiago, sintiendo un escalofrío y
callándose instintivamente.