Capítulo 410
Capítulo 410
De repente, la atmósfera juguetona en el palco se silencio por un momento debido a sus palabras. Giré la cabeza en la dirección que ella mirabay de inmediato vi a Camilo. Con los dedos largos y delgados sujetando una copa de vino, las mangas de su oscura camisa estaban casualmente arremangadas, revelando sus delgados antebrazos, y su reloj reflejaba un frio resplandor. Aloir, levantó las cejas indiferentemente y echó un vistazo hacia nosotros, cruzando miradas en el aire. Estaba definitivamente vivo. Me senti sorprendida y encantada, feliz desde lo más profundo de mi ser, y mis labios se curvaron Inconscientemente:
“Cami…”
Cuando estaba a punto de decir algo, de repente me di cuenta de que la mirada con la que me veía no tenia rastro de calidez, como si naturalmente fuera una persona sin emociones ni deseos.
Como si estuviera mirando a un extraño, sin diferencia alguna. El hombre me miraba tranquilamente, como si esperara que yo hablara primero, pero también parecia algo perplejo. Fue como si un balde de agua fria me hubiera caído encima, cortando todas mis palabras. Los demás en el palco también nos miraban con cierta confusión.
Entre ellos, habia dos que habla visto hacia un par de años en la fiesta de cumpleaños de Abril. Los amigos de la infancia de Camilo.
La mujer que habia abierto la puerta pregunto: “¿Lo buscabas para algo?”
Apreté los labios y forcé una sonrisa: “No… no era nada, solo que no esperaba encontrarlo aqui en Puerto Nuevo. Disculpen la interrupción, me voy!”
Estaba bien con que él estuviera vivo, eso era lo importante.
Sali del palco casi huyendo, y Leticia se acercó curiosa: “¿Qué pasó? ¿Te encontraste con alguien conocido?”
“No.” Negué con la cabeza y cambié de tema: “Vamos a comer, ya tengo hambre.
David volvió a hablar conmigo sobre Rosa. Después de ese incidente, estuve algo distraida durante la comida. Sin embargo, no esperaba que la situación no terminara ahi Cuando estábamos saliendo, David se adelantó al vestibulo para pagar Justo cuando Leticia y yo estábamos saliendo, la puerta de otro palco se abrió. La mujer de antes salió empujando una silla de ruedas, impidiendo que Camilo quitara la manta de sus piernas con un gesto muy cariñoso pero autoritario:
“¿Ya olvidaste lo que dijo el médico? Mantenla puesta.”
El hombre, que normalmente no escuchaba a nadie, esa vez no replicó, solo torció los labios y dijo con desgano: “Si, si, qué pesada.”
Leticia lo miró sorprendida, luego me miró a mi. Levanté levemente la cabeza, indicando que nos fuéramos. Justo cuando ibamos a pasar de largo, la mujer me detuvo, sonriendo al decirme:
“Amiga de Camilo… El cambió su número, ¿lo sabías? ¿Quieres agregarlo a WhatsApp para que sea más fácil contactarlo en el futuro?” Camilo la miró de reojo, con una emoción indescifrable. No estaba segura de su relación y no queria causar problemas innecesarios, así que, reprimiendo el impulso de preguntar, respondi a medias:
“No es necesario, realmente somos solo amigos. No hemos tenido contacto en más de dos años, no te equivoques.”
Asi era, más de dos años. De hecho, en muchas noches solitarias y dificiles en Francia, habia marcado ese número familiar. Pero nunca logré contactarlo. Una vez, incluso me pregunté si realmente habia muerto. Afortunadamente, no fue asi. Eso era suficiente.
Dije eso y me dirigi hacia la salida..
De repente, Camilo habló con un tono medio burlón:
“¿Qué tal si lo agregas, señora Montes? ¿O es que el presidente Montes es muy estricto y no te permite agregar a hombres en WhatsApp?”
Me detuve un momento. Antes de que pudiera responder, Leticia tomó mi teléfono de mis manos, sonriendo y girándose para pasar el código QR de WhatsApp mientras le decía con picardia: Ccontent © exclusive by Nô/vel(D)ra/ma.Org.
“Camilo, si tú, teniendo a una dama a tu lado, no te preocupas, ¿por qué nosotros deberíamos preocuparnos por Cloé, que está soltera?”
Camilo escaned el código, sus largas pestañas medio ocultando sus ojos marrones, con una sonrisa irónica:
¿Qué pasa, señora Montes? ¿Planeando hacer las paces después de una pelea?”
“Esta vez es…” Leticia habia comenzado a hablar pero la interrumpi: “Ya basta,