Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez

Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 107



Capítulo 107 

Al ver a Ricardo tan sereno, dejé de dudar y asenti con la cabeza: “Si.” 

Él levantó la mano, señalando a Mario para que trajera algo, era un expediente médico amarillento. Lo tomé y de inmediato mi corazón se sintió como si una mano invisible lo apretara fuertemente. 

Isaac de pequeño, había visto a muchos psicólogos durante años… Levanté la mirada, incrédula frente a esa revelación. Que alguien tan admirado, resultara ser un asiduo de la psicologia. 

Me tomó un buen rato recuperar mis pensamientos, y con dificultad, pregunté: “¿Cómo es que él…?” 

Pero luego, pensándolo bien, tenía sentido. Nació y su madre murió, su padre, por otra mujer, hizo que la casa fuera un caos, solo mostrando afecto por su hijastra. Era muy normal que tuviera problemas psicológicos. 

“Estos años, también he pensado si debería decirselo Dijo suspirando, su mirada llena de experiencial pasó a ser aguda: “Pero, algún día lo sabría, no podemos esconderle esto toda la vida.” 

Con sentimientos encontrados, dejé el Jardín de la Aurora, de regreso a casa, mi párpado derecho no paraba de saltar. Normalmente no creo en esas cosas, pero ese día también sentía un peso en el pecho. 

Justo cuando mi auto estaba por entrar en el estacionamiento del complejo, ¡Isaac me llamó! 

Mi corazón se detuvo: “Hola…” 

“¡El abuelo se desmayo! La ambulancia está en camino.” Dijo la otra voz saliendo del celular. 

Dije casi en shock: “Yo, yo vuelvo ahora mismo…” 

Me senti como si me hubieran golpeado, balbuceando, Isaac, al otro lado, calmó mi espíritu con su vo firme: “Cloé, no te preocupes, no necesitas volver, ve directamente a la Clínica Horizonte Azul.” 

“Si, sí, entiendo.” Respondi, mi cabeza estaba zumbando. 

Después de colgar, dejé el auto con el guardia, pidiéndole que lo aparcara por mí, y corri a la calle a coger un taxi. Con lo ocurrido anteriormente, no me atrevía a conducir en este estado. Llegué al hospital justo cuando la ambulancia pasaba zumbando a mi lado. Pero preocupada por el niño, no me atreví a correr, solo pude seguir rápidamente a la ambulancia. 

La ambulancia se detuvo en la entrada de urgencias, y los médicos y enfermeras que ya esperaban se apresuraron a recibir a la persona que bajaron de ella, que efectivamente era Ricardo. Ver a un hombre de ochenta años siendo trasladado inmóvil a una cama de hospital, me nubló la vista. 

Isaac me siguió de cerca, y al verme, su expresión grave se suavizó un poco: “No temas, el abuelo ha estado bastante bien últimamente.” 

El anciano fue rápidamente llevado a la sala de emergencias, con el personal médico entrando y saliendo. Hasta que finalmente, la puerta de la sala de emergencias se cerró por completo. Cada segundo se volvía más agonizante. 

Apoyada contra la pared para no caerme, miré a Isaac y dije con voz débil: “Cuando me fui, Ricardo estaba bien, ¿cómo es que de repente se desmayo?” 

Isaac tenía el rostro sombrío: “Después de que te fuiste, el abuelo la llamó.” 

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Capitulo 107 

¿A quién?” Estaba tan confundida que pregunté sin pensar. 

Mario se mantuvo firme: “A Andrea.” 

Frunci el ceño interrogando: “¿Andrea? ¿Ella y Ricardo tuvieron una pelea o algo así?” 

Mario negó con la cabeza: “No hubo pelea. Estaba afuera y no escuché nada, hasta que oi un ruido, fue cuando el señor se desmayó.” 

Yo estaba realmente conmocionada: “¿Cómo puede ser…?” 

Mirando la luz roja sobre la puerta de la sala de emergencias, me sentí ansiosa e impotente, y las lágrimas comenzaron a caer. Ricardo era la única persona en el mundo que me hacia sentir el calor de una familia. Solo esperaba que saliera sano y salvo de la sala de emergencias. 

Isaac extendió la mano para secarme las lágrimas: “No llores, te prometo que no le pasará nada al ConTEent bel0ngs to Nôv(e)lD/rama(.)Org .

abuelo.” 

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