Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez

Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 145



Capítulo 145 

No pude evitar mirarlo agradecida, y luego avancé, diciendo con firmeza pero sin arrogancia: “Colegas, buenos dias, soy Cloe. Hoy he venido hasta aqui para aclarar este asunto con todos ustedes de manera clara y precisa.” 

Andrea me siguió de cerca diciendo con una certeza inquebrantable: “Quieres probar tu inocencia, ¿no? Empieza entonces.” 

Si no fuera por mi costumbre de siempre guardar un as bajo la manga, ese asunto realmente habria seguido su curso, y yo no habría tenido manera de defenderme. 

“Primero, les pido que escuchen un fragmento de una grabación.” 

Saqué mi móvil y reproduje la conversación que había tenido con Nerea el día anterior. 

Las expresiones de todos cambiaron de inmediato. Andrea, como si ya lo esperara, dijo con calma: “¿Y eso qué prueba? Nerea es tu asistente, ¿quién dice que no es un montaje entre ustedes?” 

“Tienes razón.” Dije, asintiendo complacida, y saqué de mi bolso el boceto de mi diseño diciendo: “Miren esto, en las modificaciones pueden ver claramente que la versión que Andrea presentó es mi penúltima versión, y no la final.” 

Andrea, que tenía cierto conocimiento en diseño, replicó rápidamente: “¿Nos tomas por tontos? Es normal modificar cuando se plagia, ¿no?” 

Me levanté, apunté con el dedo los detalles en la segunda versión y pregunté con una sonrisa: “Entonces, ¿estás secretamente enamorada de mi? ¿Por qué dejarías mi nombre en el boceto?” 

“¿Qué?” 

Su expresión se tensó, y se levantó apresuradamente para ver los puntos que yo señalaba. Luego, con. desdén, dijo: “Eso son solo algunos hábitos al terminar los trazos…” 

“Claro.” 

La miré fijamente y dije con voz suave: “¿Tu hábito al terminar los trazos es escribir las iniciales de mi nombre?” 

Eso era algo que había comenzado a hacer en la universidad. Antes de entregar los bocetos finales, solía dejar mis iniciales en lugares poco notorios. Antes de la entrega final, borraba las iniciales 

completamente. 

“¡Imposible!” Exclusive content © by Nô(v)el/Dr/ama.Org.

El rostro de Andrea se transformó. Cuando quiso mirar más de cerca, ya otros colegas habían tomado el boceto. Tras revisarlo, las miradas que le dirigían a Andrea eran evidentemente distintas. 

Pero, debido a su estatus como “señora Montes”, nadie se atrevió a decir nada. 

Solo una persona, directa y franca, dijo burlándose: “Vaya, el ladrón gritando ‘jatrapen al ladrón!’, la respetable señora de Montes Global Enterprises, rebajándose a plagiar a su propia diseñadora y luego jugar a la víctima. Qué vergüenza, hasta el país quedaría avergonzado.” 

“¡Cállate!” 

Andrea, furiosa y avergonzada, se levantó y dijo descaradamente: “¡Si sabes que soy la señora Montes, como te atreves a hablar asi! ¿Ya no quieres seguir en Puerto Nuevo?” 

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Capitulo 145 

Tras decir eso, me lanzó una mirada fulminante y salió con pasos firmes. Era evidente quién tenía la razón. 

Ya no tenía ganas de decir más. David me miró con una sonrisa cálida y me dijo: “Cloé, ¿quieres esperarme afuera un momento?” 

“Claro.” 

Me levante y sali. Unos minutos después, David salió también diciéndome: “¿Vamos a mi oficina?” 

“No, gracias. Tú sigue con lo tuyo, yo me voy.” 

Rechacé su oferta con una sonrisa. Ya me había ayudado mucho en ese asunto, y no queria tomar más de su tiempo, ya que ser presidente no es fácil. 

Esperando el ascensor, me encontré con algunos de los colegas que habían estado en la oficina. Su actitud hacia mí había cambiado completamente y me decian: “Señorita Coral, nos equivocamos contigo, lo sentimos.” 

“Si, si, esperamos que puedas perdonarnos y hablar bien de nosotros con el presidente Guzmán.” 

“Por cierto, no te preocupes por lo de Andrea, sabemos qué hacer. Aseguraremos que no pueda seguir en el mundo del diseño.” 

Frunci el ceño, confundida. ¿Qué les había dicho David para que cambiasen de opinión tan rápidamente? Pero no dije nada, solo sonreí cortésmente. 

Al salir, me dirigi hacia donde había aparcado cuando Andrea apareció de la nada. 

“¡Cloé, espera!” 

“¿Qué más quieres decir?” 

La miré fríamente, recordando al hijo que había perdido, mi tono era especialmente gélido. 

Ella se acercaba con una expresión feroz en el rostro, paso a paso mientras me decía: “Lo hiciste a 

propósito, ¿verdad? Cloé, a propósito arruinaste el manuscrito esperando que yo lo copiara, ¡todo para avergonzarme!” 


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