Capítulo 2387
Capítulo 2387
La persecución
Sin embargo, Kerem no tardó en darse cuenta de que seguía vivo y de que aún no había sido engullido por la bestia demoníaca instantes después. Cuando volvió a abrir los ojos, vio a su padre, Lope, protegiéndolo mientras la bestia demoníaca voladora era reducida a un montón de carne picada.
—¡Papá! —La alegría llenó los ojos de Kerem—. ¿P-Por qué estás aquí?
—¡Te habrías convertido en comida para la bestia demoníaca si no hubiera aparecido! —Se mofó Lope antes de cargar hacia el resto de las bestias demoníacas voladoras.
Mientras tanto, Casio, Bosco y sus hombres se enfrentaron a las bestias demoníacas en cuanto llegaron. Cargaron hacia delante sin vacilar, y los cientos de personas que se unieron a la batalla inclinaron la balanza de la victoria a favor de los humanos. En respuesta, las bestias demoníacas retrocedieron y disminuyeron en número.
Al final, las bestias se dieron la vuelta y huyeron, pero los humanos decidieron no perseguirlas. Esto se debía a que era muy probable que hubiera bestias demoníacas de alto nivel acechando en la montaña, ya que los humanos nunca habían cazado bestias demoníacas en esta montaña. Las consecuencias serían nefastas si se encontraban con el rey de la montaña. Ninguno de ellos podría escapar con vida. Además, su único objetivo era rescatar a sus compañeros, así que no había necesidad de exterminar a las bestias demoníacas una vez conseguido ese objetivo.
Mucha gente empezó a tomar los núcleos de bestia de los cadáveres de bestias demoníacas esparcidos por el suelo. Casio, por su parte, preguntó a Evangelina y Zero:
—¿Han visto al señor Casas?Content provided by NôvelDrama.Org.
—Papá, el señor Casas fue a perseguir al Tigre Llameante hace un momento, y no se le ve por ninguna parte —respondió Evangelina.
Casio frunció las cejas.
—¿Qué? ¿Fue tras el Tigre Llameante?
«El Tigre Llameante es demasiado poderoso para el señor Casas».
Zero también movió la cabeza.
—Sí. Quería matar al Tigre Llameante para acabar con los ataques de las bestias demoníacas.
Al escuchar esto, Casio entró en pánico. Sabía que buscar a alguien en esta enorme montaña sería como buscar una aguja en un pajar, pero por difícil que fuera, nunca se daría por vencido, pues la relación entre Jaime y la familia Gabaldón era extraordinaria.
—¡Atención a todos los miembros de la familia Gabaldón! La búsqueda del señor Casas ha comenzado. Debemos traerlo sano y salvo cueste lo que cueste —Casio gritó a los Gabaldón.
—¡Sí, señor! —Los Gabaldón abandonaron los núcleos de bestia y crearon una formación mientras se preparaban para buscar a Jaime.
Bruno detuvo a Casio en ese momento.
—No te precipites, Casio. Hace muchos años que ningún humano pisa la Montaña de las Bestias Demoníacas. No sabemos qué peligro hay dentro. ¡Sería peligroso que tú y tus hombres se adentraran en las montañas para buscar al señor Casas así nada más!
—¡No me importa! ¡Tengo que buscarlo por muy arriesgado que sea! ¡No puedo dejarlo aquí solo! — replicó Casio con determinación.
—Casio, piénsalo. ¡Esta montaña es enorme! ¿Cómo vas a buscarlo? ¡Moriremos todos ahí dentro antes incluso de encontrarlo! —Bruno se interpuso en el camino de Casio, negándose a dejarlo buscar a Jaime.
De hecho, Casio era consciente de que Bruno tenía razón. Era imposible que buscaran a Jaime en esa enorme montaña con tan pocos hombres. Además, los peligros que acechaban eran demasiado graves para ellos.
Por otra parte, como miembro de la Secta del Dragón, Casio no podría perdonarse a sí mismo si ni siquiera hiciera el esfuerzo de buscar a Jaime.
—Papá, ¿por qué no espero al señor Casas al pie de la montaña con algunos hombres? Tal vez aparezca más tarde —sugirió Evangelina.
No había una solución mejor que esa, así que Casio no tuvo más remedio que aceptar. Permitió que Evangelina se quedara con algunos hombres al pie de la montaña mientras el resto del grupo abandonaba el reino secreto de las bestias demoníacas uno tras otro.
Mientras tanto, Jaime no tenía ni idea de lo que ocurría al otro lado mientras perseguía al Tigre Llameante con toda su atención.
«¡Debo capturar a este b*stardo y matarlo! ¡Me molesta!».