El empresario del corazon roto

Chapter 32: Me gustas y te quiero



Chapter 32: Me gustas y te quiero

[Isabel]

Abro los ojos lentamente al escuchar por fin un ruido afuera de la habitación, no sé si están quitando la

nieve o si es el camión de la basura, pero éste ha ayudado para que pueda dar el paso de

despertarme después de una noche bastante intensa y, no lo digo por lo que pasó con Quentin y

conmigo en la sala, si no por todo lo que me confesó en la madrugada mientras trataba de sobrellevar

ese ataque de ansiedad.

Me levanto lento, ya que el yace dormido a mi lado, lo observo. Comienzo a recorrer su rostro con mi

mirada, veo sus hermosos ojos enmarcados con esas hermosas pestañas, la barba siempre tan bien

cuidada y el cabello castaño obscuro sin ninguna cana aún. En este momento tiene los labios pálidos,

pero siempre llevan un color rojizo que me hace desearlos más, además de que son extremadamente

carnosos dándole un volumen los hace muy "antojables". Su piel blanca contrarresta con el castaño

obscuro de su cabeza y el rojo de sus labios y con esos ojos claros casi verdes que se notan cuando

los abre. Básicamente es perfecto o al menos yo le veo así.

Su cuerpo, bien trabajando, se impone ante mí con esa altura que lo caracteriza y que, cuando se

acerca me pone tan nerviosa que tengo esa sensación de salir corriendo, pero no puedo, siempre

decido. Sin embargo, lo que más me gusta de él son sus manos. Estas manos suaves, grandes, con

dedos largos que parecen de pianista, que me toman y me acarician con tanta ternura, me vuelven Belongs to (N)ôvel/Drama.Org.

loca, a veces parece que tienen personalidad propia, a veces son hielo, otras tantas fuego, a veces

son suaves y a veces fuertes, todo eso atado a un montón de sensaciones que no puedo controlar.

Me quedo ahí, por un momento, mientras duerme tranquilo. Me alegro que lo haga creo que lo

necesita, ya que su rostro delata los insomnios, las tristezas, las despedidas y el desamor. Así que me

levanto con cuidado, bajo de la cama y me pongo los zapatos para salir de la habitación y caminar

hacia la cocina. Recorro el pasillo que va hacia las escaleras de madera, las bajo con cuidado para

después caminar hacia la hermosa sala donde se encuentra la chimenea, ésta aún sigue con un poco

de brasas que dan un poco de calor a la habitación. Veo el sofá y me sonrojo, sólo de pensar lo que

pasó ahí me desconozco. Yo no soy así, suelo ser en verdad más tímida pero parece que con Quentin

soy otra.

Camino hacia el pequeño sofá que está pegado al ventanal y me siento un momento, por fin la nieve

ha dejado de caer y ahora sólo se ve el paisaje blanco que abarca todo el jardín que no se nota lo

grande que es por la cantidad de nieve sobre el pasto.

―Me hubiera encantado haber venido en primavera.― Murmuro mientras lo observo. Me cubro bien

con la bata para calentarme más, me recargo sobre el respaldo y cierro los ojos.

«Tal vez pienses que esto es muy rápido y que posiblemente esté bromeando, pero, no puedo

equivocarme con esto que te digo, me gustas, te quiero y deseo que te quedes».

Me viene a la mente esa frase y sonrío. Si alguien me preguntara ¿cómo es que Quentin Valois llegó a

decirme que me quería? No te tendría la respuesta. Simplemente pasó y no lo puedo creer, sobre todo

después de la decepción amorosa que pasé un año atrás con el "cabrón" ese que me engañó, estafó y

rompió el corazón ¿será que Quentin es mi recompensa por todo lo que pasé?

―¿Isa? ― Escuchó su voz en la planta de arriba.

―¡Aquí! ― Exclamo fuerte para que me escuche.

Expectante veo hacia las escaleras esperando a que baje, de pronto su alta y bien formada silueta se

aparece envuelta en una hermosa bata de franela de color negro y el cabello arreglado, como si se

hubiera peinado en este momento para poder bajar.

―Buenos días.― Me dice con su hermosa y sensual voz que tantas veces me acompañó en mi día.

―Buenos días ¿descansaste?

―Sí, pero después de un tiempo comencé a sentir frío, así que me desperté y me percaté que te

habías ido ¿no fue mucho tiempo o sí?

Quentin entra a la sala, con una pequeña pala comienza a mover las cenizas y unos minutos después

prende la chimenea para volver a calentar el lugar. Se acerca a mí y se siente en el sofá conmigo, me

ve a los ojos y sonríe mostrando esos hoyuelos que tanta ternura me dan.

―¿Dormiste bien? ―Me pregunta.

―Sí, gracias. ― Respondo nerviosa ya que esa mirada intensa se centra en mi boca.

Quentin acarician mi cabello y luego baja su mano hacia mi trenza la recorre hasta la punta y juega

con ella. Cada vez que hace, mi cuerpo se pone en alerta es cuando quiere salir huyendo pero a la

vez quiere quedarse. Siento una revolución enorme en mi estómago entre emoción, ansiedad y

alegría. No quiero que me vea así, pero me encanta.

―Perdón por lo de anoche Isabel.― Murmura.

―No, no tienes nada porque pedir perdón... no hay nada que perdonar.― Me muevo los labios ese tic

que siempre sale cuando estoy con él.

Quentin sonríe.― Te agradezco por apoyarme y por estar. Te confieso que fue delicioso que durmieras

conmigo, tenía años que no sentía el cuerpo de otra persona a mi lado en la cama. Con este clima

fue... muy placentero tu calor.

«¡Dios! ¡Dios! Isa ¡Contrólate! » grita mi mente mientras su melodiosa voz me habla.

―Tal vez era la bata de franela.― Comentó estúpidamente y él sonríe haciendo que sus hoyuelos

vuelvan a formarse.

―Entonces, creo que debería comprarme una bata de franela, para dormir calientito.

―Quizás.― Pronuncio mientras veo como se va acercando lentamente hacia mí.

Quentin inclina su cuerpo hacia delante y esa colonia que usa me envuelve por completo, no sé si es

Paco Rabanne o Bvlgari o la que sea, pero me encanta y cuando me abraza se queda impregnada en

mi ropa por lo que a veces me persigue todo el día.

Me da un beso ligero sobre los labios y enseguida siento un cosquilleo en mis manos que comienzo a

mover dentro de las bolsas de mi bata ya que no quiero que Quentin me vea. Los besos de él son

suaves, lentos, calculados, le gusta acariciar mi rostro con las yemas de sus dedos cuando lo hace

provocando que mi piel se erice por debajo de mi ropa. Su respiración tranquila se coordina con la mía

y ambos caemos en este sin fin de emociones que son difíciles de sobrellevar.

Siempre que deja de besarme, un hilo de deseo se queda entre los dos, como si ambos quisiéramos

continuar lo que iniciamos. El beso termina y el color rojo me sube a las mejillas inmediatamente, no

sé que tiene él que me hace sonrojar. Este hombre no sólo está lleno de amor si no de ternura y por lo

que he visto cuando quiere le nace un fuego que no quema, sólo arde.

―Fue en serio lo que te dije ayer por la noche Isabel Osher.― Pronuncia mi nombre como si fuera

poesía.

―No recuerdo.― Comento coqueta y me muerdo el labio.

Quentin sonríe―¿En serio quieres que te lo vuelva a repetir?

Asiento con la cabeza y él se acomoda y me ve a los ojos.― Me gustas y te quiero.― Repite y mi

corazón late tan fuerte que siento se saldrá de mi pecho.

―Quentin...

―Antes de que me digas algo ¿te parece si hacemos algo? ― Me preguntó.

Sonrío levemente.― O.k.― Contesto.

―¿Vamos?

Él me toma de la mano y ambos nos subimos a su habitación recorriendo la escalera de madera, al

llegar el abre las puertas del balcón y los dos salimos. Me cubro un poco al sentir el frío. Quentin, se

quita la argolla del dedo y la pone sobre la palma de su mano. Luego regresa su mirada a mí.

―Ayer por la noche te prometí que olvidaría el pasado y lo haré. Cuando murió mi familia vendí todo,

regalé todo y cerré la casa donde durante mucho tiempo había sido mi hogar, lo único tangible que me

ata a éste es esta alianza que tengo a ti. Contigo quiero generar nuevos recuerdos así que... ― y de

pronto con todo la fuerza que tiene lanza su alianza afuera del balcón perdiéndose en el horizonte.

Él me muestra su dedo desnudo, con esa pequeña marca blanca que indica que no se quitaba la

alianza ni para dormir y me sonríe.― Ya no hay nada que me ate.― Murmura.

Estiro mi mano y entrelazo mis dedos con los suyos. Su mano se encuentra completamente desnuda y

libre de aquella prueba de amor que hace mucho tiempo le hizo a Nadine.

―No tenías que hacer eso.― Le digo.

―No, tenía que hacer eso. Nadine, mis hijos, ahora se quedarán solo para mí, los recordaré a mi

manera, pero ya no más en otro nivel que pueda afectarte a ti. Tienes razón , me encerré en un bucle

de dolor y penitencia que no me permitía sentir, pero contigo Isabel, quiero sentir todo... porque me

gustas y te quiero, y cuando estoy contigo soy... el Quentin feliz, audaz, apasionado y ansioso por vivir

que hace años no me permitía ser y... quiero que así siga. Tú, ya viste lo peor de mi y te quedaste,

ahora quiero que vivas lo mejor, que ambos lo disfrutemos y veamos hasta donde llega esta aventura

¿te animas?

Inmediatamente sonrío, me acerco a él con la mano aun sobre la suya y la beso, me encanta

besarlas.― Me gustas.― Le digo viéndole a los ojos.― Y te quiero.― Finalizo y el mundo se ilumina

cuando él me da esa sonrisa.


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