El empresario del corazon roto

Chapter 80: Regreso a Madrid



Chapter 80: Regreso a Madrid

[Isabel]

Yo no sé lo que es ser madre, tengo el instinto maternal, pero nada te prepara para las

responsabilidades que tienes cuando en verdad lo eres. Oficialmente Lea es mi hija y su futuro, salud

y educación dependen de cómo la guiemos y de las decisiones que tomemos, esta vez, autorizamos

por videollamada que la operaran de la apéndice mientras viajamos de regreso a Madrid para poder

verla.

—Lo siento mi vida, sé que te prometí un crucero y que estaríamos más tiempo en la isla pero..

Lo interrumpo.— No te preocupes mi amor, somos sus padres y tenemos que estar ahí con ella, estoy

seguro que la luna de miel se puede repetir en otro momento ¿Cierto?

Quentin asiente y después comienza a enviar mensajes por el móvil, supongo que ahora que está de

regreso las responsabilidades han llegado de golpe. Respiro profundo y me tranquilizo porque me

acabo de dar cuenta que cuando pise tierra oficialmente seré presentada como Isabel Valois, la

esposa de Quentin Valois y que habrá miles de responsabilidades o papeles que me tocará cubrir bajo

ese nuevo “nombramiento” me pregunto si Nadine se sintió igual de agobiada cuando fue su turno.

—¿Qué tienes? ¿Preocupada? Tus padres y Vivianne ya están con nuestra hija, ellos estarán al

pendiente de su cirugía y nosotros llegaremos justo para esperarla en la habitación.

—No es eso, es que acabo de caer en cuenta que cuando abandone este avión, bajaré siendo tu

esposa y creo que mis responsabilidades aumentarán, sólo quiero acostumbrarme.

—¿Qué tipo de responsabilidades?

—No lo sé, tal vez tenga que lidiar con eventos o con cosas así.

Mi esposo sonríe y besa mi mano.— No hay que lidiar con nada, siempre he sido de las personas que

llevan sus relaciones con discreción mi amor, así que todo seguirá igual, exactamente igual, lo que

cambiará tal vez es que tengas más eventos a los que asistir o cenas con socios y pues ahora ambos

tenemos a nuestra hija y tendremos que velar por ella justo como lo hacemos ahora.

—Me gusta la idea de ir a cenas.

—Claro que te gustará.— Me mira a los ojos.— Sí, tu vida va a cambiar, no eres la misma Isabel

Osher de antes, amor, ahora tienes una familia que te ama y que necesita de ti, y bueno, podrás

adquirir más cosas de las que tú crees.

Me río. Levanto mi mano y acaricio su rostro.— No quiero nada, sólo te quiero a ti, y bueno, aceptaré

los regalos que me des a partir de hoy, sólo espero que te midas ¿si?

—Si lo dices por el juego que complemente el collar de conchas, se te avisó antes.— Bromea tierno.

Después de esa conversación, Quentin y yo no cruzamos palabras ya que ambos aprovechamos el

viaje de regreso para dormir un rato y estar listos para cuando tuviéramos que tocar tierra y dirigirnos

al hospital donde nuestra hija yacía en una operación debido a la apendicitis que le había dado unas

horas atrás y cuando llegamos nos encontramos con mis padres quienes esperaban pacientes

sentados en la sala de espera.

—¡Mamá! — Exclamo mientras voy entrando con un conjunto tan elegante que hasta ella se

sorprendió.

La abrazo con fuerza y debo admitir que hacerlo me trae recuerdos de cuando era pequeña y me

consolaba.

—¡Pero qué hermosa te ves! Y ¿ese collar?

—Fue un regalo de Quentin.— Digo un poco avergonzada sin saber porqué.

—Se te ve precioso, me gusta como te luce.

—¿Cómo está Lea? — Se escucha la voz de Quentin.

—Bien, afortunadamente lo identificamos de inmediato, sólo que sin tener la autorización de ustedes

no se podía hacer nada así que llamé a Vivianne pensando que posiblemente tenía algún tipo de carta

poder.— Comenta mi papá.— Pero ahora que la están operando estará mejor.

—Gracias pa.— Digo alegre mientras le abrazo.

—Señor Valois.— Escuchamos la voz de Vivianne quien se acerca a nosotros con la típica agenda y

tablet en la mano.

—¡Viv! ¡Qué gusto verte! Gracias por encargarte del traslado de Lea al hospital, te estoy agradecido.—

Habla mi esposo.

—No hay de qué señor, aprovecho para decirles que llamó la diseñadora de interiores hace un día,

felicidades su casa ya está terminada y se pueden mudar cuando deseen.

Quentin voltea a verme y me sonríe emocionado. La verdad es que ambos esperábamos que la casa

estuviera hasta dentro de unos meses pero al parecer la magia de mi marido ha surtido efecto y de

nuevo me ha dado una sorpresa.

—¿Fuiste tú cierto? — Pregunto con una sonrisa.

—No, esta vez sí fue la diseñadora, es bastante buena y supongo que si tuvo que ver que Vivianne

estuvo detrás de ella todo este tiempo.

Volteo a ver a Viv con una sonrisa y la abrazo.— Gracias, en verdad.

—No hay de qué Señora Valois.

—No, llámame Isabel o Isa, que juntas ya fuimos hasta de compras ¿recuerdas?

Vivianne asiente con la cabeza al recordar la última vez que estuvimos juntas en un centro comercial,

donde por cierto, le regalé a una cartera Chanel que no dejaba de ver en la tienda.

Padres de Lea Cassals

—Lea Valois.—Corrige Quentin.

—La niña ya salió de cirugía y se encuentra bien. En unos minutos podrán pasar a verle.

—Muchas gracias.— Agradezco y él se da la vuelta para alejarse de nosotros.

Mi esposo se acerca a mi y me da un fuerte abrazo que me libera de todos los nervios posibles que en

ese momento pudiera tener y me da un beso sobre la frente. Material © NôvelDrama.Org.

—Bueno, tal vez no soy Poseidón y te regalo una isla de regalo de bodas, pero te regalé una casa,

una que tan solo nuestra hija salga del hospital ocuparemos oficialmente como una familia ¿te parece?

Asiento con la cabeza y beso sus labios.

—Vamos a ver la pequeñita ¿sí? Porque debe estar sintiéndose algo solita y mal.

—Vamos, que muero por ver a nuestra hija.— Me dice mientras me toma de la mano y vamos hacia la

habitación.

Horas después Lea abre los ojos. Los hace con mucho cuidado tratando de moderar la luz que entra

por sus ojos sin embargo, cuando los abre me ve directamente a los míos y murmura.

—¿Mamá? ¿Eres tú?

Inmediatamente esbozo una sonrisa tan grande que creo que mi piel no podrá soportar. Acaricio su

frente con ternura y asiento.

—Aquí estamos, pequeña, regresamos.

—¿De verdad?

—Sí mi amor, tu tío y yo tomamos inmediatamente un avión de regreso para acá.

Ella empieza a negar con la cabeza.— No es mi tío, es mi papá ¿recuerdas? Ustedes me dieron la

noticia.

—Lo siento mi amor, la costumbre.—Hablo y luego le doy un beso sobre la frente.

—¿Cómo te sientes mi Lea? ¿Estás bien? — Pregunta Quentin.

—Sí, ya no me duele tanto, los abuelos supieron que tenía de inmediato, creo que de grande quiero

ser doctora como ellos.

Quentin sonríe.— Puedes ser quién tu quieras amor, nosotros siempre te apoyaremos ¿cierto? — Y

me mira a mí.

—Cierto, hasta si quieres ser astronauta nosotros te diremos que sí.

Nos quedamos en silencio por un momento y ella pasa saliva para volver a hablar.— Soñé con mi

mamá.— Murmura.— Se veía feliz, me dijo que me portara bien con ustedes.

—Es una muy buena recomendación.— Bromeo y Lea sonríe.

—Le dije que estaba bien, que estaba feliz, que no se preocupara porque ustedes me iban a cuidar

¿verdad?

—Sí, claro que sí, nosotros te vamos a cuidar hoy y siempre.— Respondo.

—Qué bueno… También le dije a mi mamá que posiblemente me den un hermanito.

Ambos nos reímos en complicidad porque nos acordamos del dinosaurio que Quentin me prometió

que me daría como señal de que era el momento.

—Un día mi amor, un día te lo daremos… pero, por ahora, sólo eres tú y nadie más que tú, así que

descansa porque en cuanto salgas nos iremos directo a nuestra casa ¿te parece? — Le pregunto y

ella asiente.

—Me parece.

Léa se va quedando dormida de nuevo hasta que sus ojos se cierran para volver al profundo sueño de

donde salió. Quentin me ve a los ojos, luego toma mi mano y me dice.

—Te dijo mamá… ¿ahora me crees que te ama?

Y yo simplemente asiento con la cabeza.


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