Capítulo 144
Capítulo 144
CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 31. ¡Nunca voy a volver a tener hijos!
Maddi estaba que no cabía en ella de la alegría. Aquel era un hermoso sueño hecho realidad, y por esas cosas buenas que tiene la vida, Sabrina y su conde se habían marchado sin que tuviera el malestar de
cruzarse con ellos.
Pronto los niños se fueron a dormir, y Maddi y James se aseguraron de que todos estuvieran cómodos en sus dormitorios. Apagaron las luces y James la llevó a la terraza de una de las torres, desde la que se podía ver la ciudad.
-¡Mira lo que escondi aquí! -dijo James con picardía enseñándole una botella de champaña y Maddi se echó a reír, porque él a veces parecía más niño que todos lo que estaban cuidando en ese momento.
-¡Uy, celebración privada! ¡Me gusta! -exclamó Maddi y los dos levantaron las copas, se abrazaron y brindaron por el éxito del proyecto.
Era un momento perfecto y Maddi no quería que terminaran nunca aquellos días en los que todo era tan intenso y maravilloso.
James, por otro lado, parecía tan emocionado como nervioso. Había planeado una gran propuesta de matrimonio, pero aquellas palabras venenosas de Sabrina no dejaban de repetirse en su cabeza.
“Ella es una mujer fértil, que podría tener hijos propios si quisiera… pero tú solo eres un madito egoísta que se lo va a impedir“.
Sabía que Sabrina era una arpía que solo quería joderle cualquier felicidad, pero eso no significaba que estuviera mintiendo, o que él no hubiera pensado antes en eso, o más bien, hubiera tratado de no pensarlo.
-Maddi… creo que tenemos que hablar -murmuró en un tono tan sombrío que ella se estremeció.
-James, romper con una mujer en una torre de veinte metros no es lo más recomendable, ¿sí lo sabes, verdad? -replicó pasando saliva. 2
-No… no voy a romper contigo, no es eso, de hecho… si te traje aquí fue con intenciones muy muy alejadas de eso pero… 1
-¿Pero qué, James?
-Hablé con Sabrina.
-¡No me jodas! ¿A qué diablos fuiste a buscarla!? -lo increpó Maddi, molesta.
-¡No fui a buscarla, ella vino con el conde Westerfield, pero los saqué antes de que te molestaran…! – respondió James.
-Todo lo que sale de la boca de esa mujer es veneno, James, y tú eres demasiado inteligente como para dejarte manipular ¿no es cierto?
James asintió con cansancio, pero Maddi pudo ver la determinación en su mirada cuando levantó los ojos.
-Tienes razón, no voy a dejar que me manipule, pero no soy lo suficientemente estúpido como para no saber lo que estoy haciendo o mejor dicho… lo que estoy siendo.
-¿Y qué estás siendo, James? -murmuró Maddi con el corazón en un hilo.
-Egoísta -respondió él-. Estoy siendo egoísta, Maddi, yo no puedo tener hijos.
La muchacha abrió mucho los ojos y se cubrió la boca con una mano.
-¡No me digas! No tenía ni idea… )
-¡No te burles, Maddi! -rezongó él.
-¡Pues a menos que me expliques por qué me hablas de tu esterilidad como si fuera noticia de último minuto, perdóname pero me tengo que burlar! -exclamó ella- ¿Crees que estaba un poco idiota antes y
no lo entendi? Exclusive content from NôvelDrama.Org.
-¡Antes ibas a tener un bebé, un bebé tuyo, Maddi! Y podrías tenerlo de nuevo -dijo él tomando sus manos-. Soy un egoísta porque no quiero perderte, pero me siento un asco de persona cuando pienso en todo lo que te estoy quitando. No quiero quitarte la posibilidad de ser madre, de tener un bebé…
-No me estás quitando nada… -murmuró ella con un nudo en la garganta mientras intentaba soltarse de sus manos.
-¡Maddi, por favor, escucha…!
-¡No me estás quitando nada, nunca voy a volver a tener hijos! -exclamó ella y James se quedó paralizado.
Había esperado cualquier cosa de parte de Maddi menos una declaración como aquella.
Maddi sintió una abrumadora sensación de tristeza y culpa.
-A lo mejor soy yo la que está quitándote algo que quieres -murmuró con los ojos llenos de lágrimas-. Yo te amo, quiero estar contigo, y podemos adoptar todos los bebés que quieras pero no… no voy a volver a cargar uno en mi vientre, James, nunca más.
A James se le cayó el corazón al suelo, porque entendió que ese dolor que había estado intentando curar durante meses, ese que creía un poco aliviado al menos, seguía siendo más profundo de lo que imaginaba.
-Maddi… no puedes pensar así.
-Esto te va a sonar muy cruel -murmuró ella mientras las lágrimas rodaban inevitables por sus mejillas –, pero el hecho de que seas estéril es una de las tantas cosas que hace que seas el hombre perfecto para mí. Yo quiero tener hijos contigo, tantos como quieras… pero no quiero volver a embarazarme nunca más… nunca más, James. Lo siento. 2
Le dio la espalda y un segundo después la veía alcanzar las escaleras y desaparecer. James respiró profundo mirando al cielo, si era un poco cruel escuchar aquello pero después de todo el destino se la había traído a ella, y él era capaz de ser padre hasta de un león si tenía que serlo. A propósito, ¿qué tal le iría a un pobre leoncito con Maddi?
Recogió su frustrado intento de propuesta de matrimonio y bajó, pero para cuando llegó al gran salón le dijeron que Maddi ya se había ido.
Su padre le dirigió una mirada que significaba: “arréglalo“, y James llamó a uno de los choferes para que lo llevara a casa. Quitarse todo el cansancio con un baño le tomó cinco minutos y luego se metió en la cama, acurrucándose contra su espalda.
-Pocos, lentos y feos -murmuró en su oído y ella se limpió aquellas lágrimas silenciosas para girarse boca arriba y mirarlo.
-¿Quiénes? -preguntó.
-Mis nadadores -replicó James-. El informe de esterilidad decía que son pocos, lentos y feos, así que tampoco servirían mucho para una fertilización así que…
-¿Adoptamos? -preguntó Maddi con una pequeña esperanza en la voz.
-Adoptamos -confirmó él besando sus labios con suavidad-. ¿Como cuántos quieres?
-¿Como cuántos podemos mantener? -preguntó ella.
-¡Maddi, ya estamos manteniendo trescientos en la escuela…!
-¡Pero no podemos adoptar trescientos! -se rio ella. ¿O tú no quieres volver a tener sexo nunca más en tu vida?
James abrió mucho los ojos y fingió espanto muy dramático.
-¡Oh, sacrilegio! ¡Eso no puede faltar! ¿Nos quedamos con media docena entonces? -sonrió con dulzura
-Claro, si solo quieres tener sexo el domingo.
Él suspiró con resignación.
-Bien, ¿cuántos podemos tener para que me dejes hacerte cosas innombrables cinco veces por semana?
-Dos.
-¿Tres y te esfuerzas? -pidió él con ojos de ternurita.
-¡Bien, pero procura que el esfuerzo valga la pena! -advirtió Maddi y a él le brillaron los ojos mientras empezaba a besarla.
Le sacó la ropa de dormir y le dio un anticipo de todo lo que valía la pena y era… ¡mucho!
Las semanas que siguieron fueron una completa locura, James pasaba las mañanas en la oficina y las tardes en el orfanato. Cada vez recibían más niños y él estaba a cargo de supervisar que se formalizara toda la documentación.
Meli y Nathan ya vivían a tiempo completo en su cabaña mágica, daban clases en la escuela y organizaban todas las actividades extraescolares, partidos, paseos, vacaciones, visitas a museos.
Maddi ya estaba terminando su segundo trimestre de la especialización y haciéndose cargo cada vez de más trabajo en la dirección del orfanato. Se había ido acostumbrando poco a poco al ritmo frenético de su vida, aunque había momentos en que quería apretar la cara contra el pecho de James y dormir toda la noche sin interrupciones. Pero también sabía que estaban haciendo el bien para esos niños y los dos lo disfrutaban demasiado como para detenerse.
A medida que sus vidas se encaminaban, Maddi y James se enamoraban cada vez más uno del otro. Eran la pareja perfecta, ambos estaban firmemente comprometidos a proporcionar a los niños a su cargo todo el amor y el apoyo que necesitaban para ser felices. Habían decidido no concretar ninguna adopción hasta que ella terminara la universidad, pero la verdad era que ya eran más padres que cualquier otra cosa.
-¡James! ¡Me quedé sin pañales en el cunero B! ¡Tráeme! -gritaba Maddi mientras intentaba cambiar a uno de los últimos bebés que había llegado.
-¡No puedo, Harry, Ron y Hermione se niegan a bañarse! -replicó él a gritos porque estaba enredado
con otra tarea. 4
-¡Haz un esfuerzo, me está haciendo pipi en la cara y tú tendrás que besar esta boca! -lo amenazó ella. -¡Sí señora, ya voy!
Maddi lo vio aparecer mojado como un pollo y con una enorme barba de espuma, a su alrededor venían corriendo tres chiquillos chorreando agua, dos nenes y una nena de cinco años, que eran los que más
trabajo daban para bañarse.
-¿Dumbledore o Santa Claus? -preguntó Maddi riendo mientras tomaba los pañales que él traía.
-¿A este paso? ¡Seré el hombre del saco y me los comeré a todos! -les gritó a los niños y los tres salieron corriendo de regreso al baño mientras James le hacía un guiño coqueto a Maddi.
Debían ser las diez de la noche cuando finalmente todas las luces se apagaron y los dos se dejaron caer en uno de los sofás de la biblioteca.
-No tengo fuerzas para hacer el camino de regreso a casa -murmuró Maddi-, y encima tengo que ponerme a estudiar para los exámenes.
-Ya sé, y yo todavía tengo que hablar con Karev y Emil, me pidieron una conversación privada sobre temas privados y se veían nerviosos.
Maddi rio, Los chicos tenían quince, muchas hormonas y más dudas.
-A Karev le gusta Leonela, y a Emil le gusta Katia, así que te van a pedir consejos de amor jajajajaja -se rio Maddi–¿Y si nos quedamos aquí esta noche?
-Nos hemos venido quedando aquí cinco noches por semana. ¿Y si nos mudamos de una vez? -le preguntó él-. No tiene sentido hacer todo el viaje de regreso.
Maddi se quedó pensativa por un momento.
-Bueno… tus padres ya viven aquí, podríamos tener nosotros también nuestra cabaña -pensó ella. -¿Y no quieres vivir en el castillo?
-Necesitamos algo insonorizado -dijo Maddi con picardía y James suspiró de emoción.
-¿Ya te dije que te amo y que me muero por ti? -dijo besándola-. ¡Mañana mismo llamo al arquitecto!
Maddi sonrió cuando lo vio salir de camino a su lección de romance y respiró profundo. Técnicamente eran casi padres de trescientos niños y tenían que sacar tiempo para todos. Verdad que Nathan y Meli ayudaban mucho, pero ellos eran los principales responsables.
Mucho estaba cambiando a su alrededor, James por fin se había calmado cuando el investigador le había dicho que Martin se había ido a Irlanda, o al menos la copia del billete de barco así lo demostraba. Así que Sibar había dejado de ser el guardaespaldas de Maddi y ahora se encargaba de la seguridad de la escuela, además de dar clases de defensa personal a las chicas y entrenar a los chicos para competición.
La noticia de la boda de Sabrina había llegado solo dos meses antes de la noticia de su divorcio, y tal como se esperaba aquel matrimonio que desde un inicio no había tenido ningún sentido, acabó explotando en los medios como una de las noticias más sonadas del momento.
“LA MODELO SABRINA STEWART SALE DE SU SEGUNDO MATRIMONIO, OTRA VEZ CON LAS MANOS VACÍAS“, decían los titulares en los periódicos.
A James nada de aquello lo sorprendía, sin embargo el conde Westerfield seguía siendo su cliente y mientras tomaban un café tras una de sus reuniones de negocios, lo que le dijo el hombre si dejó muy impactado a James.
-Creo que la pobre no tiene surte o es mala jugando sus cartas–murmuró James-. Creí que ya tenía asumido su papel como condesa.
-Asumido sí lo tenía -suspiró el conde-. Lo que no pasó fue el examen médico que ordenó hacerle mi madre con el doctor de la familia.
-¿No lo pasó? ¿Qué quieres decir, Sabrina está enferma? -preguntó James.
-No, enferma no, pero sabes que para la aristocracia lo más importante es tener a quién heredar el título y Sabrina es estéril.