Capítulo 151
Capítulo 151
UN NUEVO ENCUENTRO…
Para Maddi tener a aquellos bebés en sus brazos fue la experiencia más feliz y perfecta del mundo. Las niñas tenían poco cabellito, muy claro y encaracolado como el de James, y el niño se parecía más a ella.
-Tienen tus ojos -murmuró Maddi emocionada y James sintió que se derretía mientras los miraba.
por
dentro
-Gracias, Maddi -dijo mirándola a los ojos con adoración-. Me has hecho el hombre más feliz del mundo desde que te conocí pero esto… de verdad tenerlos a ustedes, a los cuatro, es la felicidad más grande de mi vida, gracias por esto.
Se besaron durante un largo momento y luego James se despidió brevemente de ella para que pudieran ir a lavarla y a lavar a los bebés. Salió de allí y se sentó en una silla mientras ocultaba la cara en las manos y lloraba.
-¡James, hijo! ¿Qué pasó? -se asustó Meli corriendo hacia él.
-¡Están bien, mamá! ¡Los cuatro están bien! -murmuró su hijo con los ojos llenos de lágrimas.
-¿Entonces por qué estás así? -dijo Meli acariciando su cabello.
-Porque por fin puedo respirar -respondió él-. ¡Siento que estuve ahogándome todos estos meses! ¡Y ahora por fin todo está bien! ¡Gracias Dios mío! ¡Mis hijos están bien! ¡ Maddi está bien! 2
Meli sonrió con ternura al ver el alivio en el rostro de su hijo y también agradeció por la bendición de la salud que habían recibido.
Toda la familia se reunió para celebrar el nacimiento de los bebés, y todos estaban felices y llenos de amor. Fue un momento sincero y conmovedor que recordarían por el resto de sus vidas. Sabían que aquellos niños crecerían sana y plenamente y se convertirían en hombres y mujeres fuertes, cariñosos y llenos de vida. 1
-¿Y cuándo podemos conocerlos? -pidió Nathan.
-Creo que en unos minutos, cuando los lleven a la habitación de Maddi -respondió James.
Enseguida se alistaron en fila para verlos y apenas los dejaron entraron como la tropa escandalosa que eran. Por supuesto que despertaron a los bebés, pero lo maravilloso de una familia grande era que sobraban los brazos para cargarlos y dormirlos.
-¿Ya tienen nombres? -preguntó Sophi mientras le hacía una mueca graciosa a uno.
-El nene se va a llamar Richard —dijo Maddi-. Y las nenas Joanne y Charlotte.
-¡Joanne, Charlotte y Richard King! -repitió Maddi-. ¡Bienvenidos a la familia, mis amores!
CASI UN AÑO DESPUÉS.
-¡Jaaaaaaaaaaaames! ¡James, apúrate amor! ¡Tienes que ver esto! ¡No te lo puedes perder! -el grito de Maddi surcó el viento y un segundo después el cuerpo de su esposo cruzaba el salón más rápido que Flash para no perderse el momento.
-¿Lo está haciendo? ¿Lo está haciendo? -preguntó emocionado y se quedó mudo de la ternura cuando vio a su pequeña Charlotte dando sus primeros pasitos.
Había sido la última en aprender a caminar. Sus hermanos ya corrían, se caían pero
corrían, sin embargo Charlotte era dulce y tranquila, tan tranquila que los padres
primerizos habían llegado a asustarse.
-No se preocupen, no tiene ningún retraso en el desarrollo, solo es floja -les había dicho la pediatra.
-¿Se puede ser flojo a esa edad? -había preguntado James con asombro.
-¡Pero claro que sí! Solo miren esto.
La pediatra había puesto frente a los tres bebés varios cochecitos de juguete, con su cordoncito para jalar. Richard y Joanne enseguida trataban de alcanzarlos; pero Charlotte, por otro lado, siempre localizaba alguno de los cordoncitos y tiraba de él para que el juguete viniera a ella sin esfuerzo.
-Es muy inteligente -rio la pediatra-. Sabe conseguir lo que quiere, solo que no lo hace de la misma forma que los demás. Probablemente se atrase al caminar, pero será la que primero hable.
Y así era. Los tres bebés eran muy diferentes en cuanto a todo, pero por fin Maddi había encontrado una motivación suficiente para que Charlotte se pusiera de pie: un perrito.
-¿Y desde cuándo tenemos mascota? -preguntó James emocionado después de ver a Charlotte intentando alcanzar al perrito.
-No tenemos -replicó Maddi-, este es el que le compramos a Mathew por Navidad, fue lo que pidió en su carta a Santa -dijo Maddi recordándole el regalo de uno de los niños del orfanato. Hoy llegó el cachorrito.
-¡Cierto! Entonces vamos a tener que comprar otro a ver si a esta princesa se le quita la flojera -rio James.
Pero pareció que luego de probar sus primeros pasos Charlotte le agarró el gusto, porque después ya andaba corriendo y desesperando a sus padres, exactamente como sus hermanos. Eran tres diablillos, pero eran la adoración de su familia.
Para Maddi y James aquel primer año había sido increíble. Tener tres hijos pequeños era algo agotador, pero sabía que valía la pena cada segundo. James era un papá tierno y adorable y ayudaba a Maddi en todo lo que podía con los niños, y a veces incluso cuando ella no estaba cansada, lo encontraba mirándolos dormir en su cuna.
Además, en ningún momento descuidaban la escuela ni a sus otros niños, así que los bebés estaban en la guardería junto a los demás bebés y antes de que pudieran darse cuenta Maddi y James lidiaban con siente bebés de entre uno y dos años. Además de trescientos que los adoraban.
-¿Qué tan locos estamos? -preguntó Maddi un día y James suspiró.
-Eso mismo iba a preguntarte, porque quiero hacer algo y parece una locura total respondió él.
-Dime.
–
-Quiero dejar la empresa -dijo James-. Estoy entrenando a Nahia, está haciendo sus pasantías conmigo y ya descubrió que le gusta. La dirección le viene en la sangre así que le está yendo bien. En unos meses podrá ocuparse de la empresa, claro con la supervisión de papá, pero lo bueno es que estamos aquí para ayudarla en lo que necesite.
Maddi se mordió los labios para que las lágrimas de emoción no se le salieran demasiado rápido.
-Entonces… ¿vendrías a ayudar en la escuela a tiempo completo? -preguntó y James asintió con ternura.
-Si la señora directora me deja, claro que sí -respondió él-. Así tú tendrás tiempo para estudiar, volverás a la universidad de nuevo y yo me quedaré a tiempo completo con los niños. Con todos.
Maddi suspiró y dijo lo que los dos pensaban sobre eso. Exclusive content © by Nô(v)el/Dr/ama.Org.
-Ya te habías tardado.
-Sí ¿verdad? -sonrió James.
Eso no era un secreto. James King tenía alma de padre. Era un excelente profesional, pero eso no era lo que quería hacer. James era un papá, y en aquel lugar había trescientos niños que necesitaban uno.
-Me parece una excelente idea, cariño -murmuró Maddi besándolo con ternura-. ¡Ahora sí prepárate para no tener sexo nunca más! 1
La carcajada de James llenó el ambiente, pero sabía que no sería así. El fuego de aquella pasión no había desaparecido ni siquiera por la falta de sueño, así que él siempre encontraría la manera de tener su tiempo de romance a solas con ella. Levantó en brazos a las dos niñas y le hizo una señal a Maddi para que cargara a Richard. Un segundo después le tocaba en la puerta de la cabaña a sus padres y James sonreía de oreja a oreja.
-¡Hora de trabajar para los abuelos! -exclamó-. Maddi y yo tenemos que seguir ayudando con los arreglos de Navidad, ya sabes, luces, arbolitos… eso.
Nathan se derritió con sus nietos mientras James tomaba la mano de Maddi y se la llevaba de vuelta a su cabaña.
-¡Espera, ricitos! Son las once de la mañana ¿qué quieres hacer? -rio ella.
-Pues yo me voy a probar ese disfraz de Santa Claus que me voy a poner en Navidad y a ti te toca ponerte el de elfa -le explicó James revisando en el closet y sacó los disfraces que habían pedido.
-Falta un mes para Navidad!
-Ya sé! Pero Santa Claus está estresado y necesita un cariñito de la elfa! -dijo él poniéndose el gorro y lanzándole el de Maddi junto con sus botas de cascabeles. 1
-¡Oye, eso puede considerarse acoso laboral! -exclamó Maddi, pero cuando James se giró ella ya tenía puesto su gorro y sus botas… ¡y solo eso!
Él suspiró excitado y se acercó a ella, tomándola en sus brazos y dándole un beso profundo y provocativo que le hizo suspirar y mojarse en el mismo segundo.
-Santa Claus va a poner a la elfa contra la pared y le va a hacer tres elfitos más mientras la elfa grita de placer -ronroneó en su oído con picardía.
Pero aunque cumplió lo de la pared y el placer, no hubo más nenes. Fue una decisión consensuada. Ya tenían tres y muchos otros que cuidar, así que la fábrica cerró
permanentemente para ellos.
Un par de días después celebraban el cumpleaños de los trillizos y a medida que se acercaban las fiestas, James apenas podía contener su entusiasmo. El aire se llenaba de alegría y sabía que ésta sería la Navidad más maravillosa.
Sophia, Rex y las niñas llegaron desde Boston. Connan, Will y su pequeña princesa también lo pasaron con ellos, y fue una de las festividades más hermosas que la escuela tuvo jamás
-¿Alguna vez te imaginaste que sería así? -le preguntó Maddi esta Noche Buena mientras él se vestía de Santa para ir a llevarle de veradd los regalos a los niños?
-¿Que tendríamos una familia tan grande? -preguntó él- ¿O que encontraría al amor de mi vida en un pasillo en el peor momento de nuestras historias?
-Todo eso -dijo Maddi arreglando su barba-. De verdad nunca me imaginé que el loco que me llevó al hospital por un desmayo acabaría enamorándome de esta forma. Te amo, James.
-Te amo, nena. Y eso nunca va a cambiar -respondió él-. A veces las cosas no son como esperamos. Pero de lo que sí estoy seguro es de que tu corazón y el mío estuvieron atados desde el primer instante. Somos uno para el otro, mi amor. Te adoro.
Era la Navidad perfecta, la familia estaba reunida y habían puesto diez enormes árboles de navidad por tosa la escuela, para que debajo cupieran los regalos de todos los niños. Se escuchaba música y alegría por todo el lugar, y los King realmente estaban felices por las bendiciones de ese año… solo faltaba Nahia y todos estaban preocupados porque no había llegado.
Su camioneta llena de regalos para los niños ya estaba allí, pero era extraño que la menor de los King no estuviera en la celebración y ellos no supieran por qué. Ninguno podía localizarla, pero su padre estaba extrañamente tranquilo, como si supiera exactamente dónde estaba y por qué no llegaría.
-¿Tengo que preocuparme o me desobedeciste y te pusiste a hacer de casamentero de nuevo? -le preguntó Meli con una sonrisa pícara.
-Pues un poco sí y otro poco no–rio Nathan colocándose su gorro también porque para trescientos niños necesitaban muchos elfos de respaldo-. Nahia tiene que encontrar su camino, Meli, y tiene que hacerlo mientras aún está a tiempo.
-¿Aaron de verdad desapareció? ¿O crees que está intentando llamar su atención? preguntó Meli.
Hacía dos meses ya que nadie sabía nada de Aaron. Ni una sola señal.
–
-El muchacho no es de los que juegan, así que no creo que sea lo último. Solo espero que esté bien, que los dos estén bien… -murmuró-. Y que puedan encontrarse de nuevo.