Capítulo 124
Capítulo 124
Capítulo124
-No estoy borracho, no me subestimes -dijo Alejandro.
-¡Estoy preocupado de que alguien más se aproveche de ti! – Rodrigo frunció el ceño, enfadado.
-¿Quién te crees que eres, Rodrigo? ¿Un salvaje? -Alejandro entrecerró los ojos y curvó sus labios
en una sonrisa irónica. Sin siquiera mirar atrás, se dirigió hacia su coche.
El Maybach avanzaba por una carretera desierta.
—Alejandro, la conferencia de prensa ha terminado y las críticas negativas hacia la señorita
Tercera han aumentado en línea, y ya han afectado la reputación de nuestro grupo Hernández –
informó César preocupado mientras conducía-. El impacto es mucho mayor de lo que pensamos…
-Nuestro grupo Hernández–Alejandro bajó la mirada, su expresión oscura e insondable-. Sí, solo
cuando aparece un problema y tienen que sacarme para arreglarlo, entonces dicen “este es
nuestro grupo Hernández“.
Nunca consideró a la familia Hernández como su propia familia. Nadie en la familia Hernández,
aparte de su abuelo, lo consideraba uno de los suyos, incluyendo a su propio padre biológico,
Enrique.
Si ese era
el caso, esta noche usaría a Leona como sacrificio, simplemente observaría cómo todo se
desmoronaba a su alrededor. Se atrevieron a usarlo como un títere, a golpear a su esposa. Lo que
Leona estaba experimentando ahora, él sentía que era un castigo leve.
estaba
Su esposa…
Alejandro se sobresaltó de repente, sus pensamientos tan desnudos le hicieron estremecer el
corazón. ¿Esa mujer de doble filo, tan voluble? ¿Estaba cooperando con Rodrigo frente a él para
representar una escena ambigua? ¿Era para golpear su rostro o para aniquilar su corazón?
Alejandro se agitó y tiró de su corbata con frustración, sintiendo fuego arder en su interior,
aumentando lentamente.
-César, detén el coche a un lado.
-De acuerdo.
César rápidamente estacionó el Maybach al costado de la carretera, junto a un parque.
-Alejandro, ¿te sientes incómodo en algún lugar? ¿Necesitas una bolsa para vomitar? -César © 2024 Nôv/el/Dram/a.Org.
pensó que quería vomitar, así que preguntó con preocupación.
-No lo necesito -Alejandro respondió friamente levantando la mirada.
César se sintió injustamente tratado, se sintió mal.
-Espera aquí, necesito despejar mi mente.
Alejandro abrió la puerta y salió del coche, dirigiéndose directamente hacia el parque.
Las calles estaban desiertas, y la brisa nocturna soplaba suavemente.
Alejandro caminaba lentamente junto a la orilla del lago, entrecerrando los ojos y sintiendo la
brisa acariciar su rostro, lo que alivió un poco la tensión en su corazón.
Principalmente, si volvía a sentarse en el coche, definitivamente vomitaría.
De repente, Alejandro se detuvo y frunció el ceño.
-Sal–dijo.
-No decepcionas, hombre perro. Tus oídos son bastante sensibles -se escuchó una risa burlona
que rozó el oído de Alejandro. Lentamente se giró y vio a un hombre alto y fornido parado no muy
lejos, emanando una aura fría y amenazadora.
Vestía un abrigo negro, una camisa negra, pantalones negros y llevaba una mascarilla negra. Su
corto y ordenado cabello negro se movía ligeramente con el viento.
Era como un hijo de la noche en su totalidad.
-¿Quién eres? ¿Por qué me sigues? -la voz de Alejandro era fría, mientras sus músculos del brazo,
sólidos y fuertes, se tensaban bajo su impecable traje.
-Estoy buscando problemas contigo, ¿no está claro? -Juan se burló maliciosamente detrás de la
mascarilla.
-¿¿Por qué? -preguntó Alejandro.
-Porque has lastimado a alguien que es muy importante para mí, ella ha sufrido por tu culpa-
Juan inclinó la cabeza traviesamente y chasqueó los dedos con un crujido-. Los niños no se
calman fácilmente, creo que solo cuando tú sufras cien veces más que ella, su corazón se sentirá
aliviado.
Alejandro se esforzó por enfocar su mirada y observar intensamente al hombre que estaba cerca.
Tenía la sensación de que los ojos y la voz de este hombre le resultaban familiares,
momento no podía recordar quién era.
Juan se acercó a Alejandro paso a paso, dejando un rastro de viento frío a su paso.
pero en ese
-¿Quién es la persona importante para ti? ¿Cuándo la he lastimado? -Alejandro hizo un esfuerzo
por mantenerse firme, aunque su rostro no mostraba ninguna señal de cambio.
-Pensé que si tuvieras un poco de autocrítica, podría perdonarte un poco. Pero fui demasiado
amable. Un hombre como tú, insensible y despreciable, ¿cómo podría tener arrepentimiento? No
sabrás lo que es recibir un castigo hasta que no lo experimentes–dijo Juan con ferocidad.