Capítulo 232
Capítulo 0232
David llevó al evidentemente no preocupado Oscar directo hacia la villa.
–Señor, si realmente eres mi papá, ¿no sientes vergüenza? – le dijo Oscar con una sonrisa
irónica.
David en ese instante detuvo sus pasos.
-¿Qué quieres decir?
-Mi mamá me ha criado sola y nunca me ha golpeado. Y tú, apenas me encuentras, ya estás dispuesto a usar la violencia contra mi. ¿No sientes vergüenza?
Los ojos grandes de Oscar reflejaban cierta seriedad.
David, mirando fijamente sus hermosos y profundos ojos, quedó momentáneamente aturdido en su lugar.
Aunque Oscar estaba incómodo siendo llevado de esa manera, continuó con total calma:
-Siempre pensé que mi papá era un verdadera superhéroe que salvaría al mundo. Pensé que vendría a rescatarme cuando me estuvieran molestando y alejaría a todos los que me intimidaban. Pero nunca pensé que el que me intimidara seria mi superhéroe ideal.
¿Un superhéroe que salva al mundo…? David murmuró muy bajo, la ira en lo profundo de su corazón desapareció al instante.
Sin embargo, basado en lo que Oscar le dijo al principio, David lo llevó directamente a una sala
infantil.
-No te golpearé, no porque no me atreva, después de todo, hoy es el día en que reconocemos nuestra verdadera relación como padre e hijo, no quiero que las cosas se pongan muy feas–le dijo David mientras lo dejaba directamente en la sala.
-Si te portas bien, no habrá problemas.
Oscar levantó un poco las comisuras de los labios, mostrando una expresión de satisfacción fugaz.
-No te preocupes, desde pequeño, mi mamá me enseñó a ser muy educado.
David estaba por completo sin palabras, ¿cuándo este muchacho había aprendido modales? ¿Y si en verdad, sabia cómo comportarse entonces, por qué se había atrevido a meterse con él?
Dime, ¿fue tu mamá quien te dijo que me derramaras la bebida en el hotel y luego tiraras mi ropa y mi teléfono?
Si él le respondía que sí, David tendría motivos suficientes para pelear por la custodia del niño.
Oscar, sin embargo, no era tonto
-¿De qué estás hablando? ¿Derramar bebida, tirar la ropa y el teléfono? ¿Tienes alguna prueba de esto?
David sintió que su hijo algún día lo volvería realmente loco.
-¡Los niños malos que no admiten sus errores no cenarán esta noche! -exclamó David mientras salía y se sentaba en la sala de estar, donde se hablan dispuesto una variedad de
postres.
Oscar apartó instintivamente la mirada y comenzó a distraerse con los juguetes que ya estaban preparados en la habitación.
Mientras tanto, Viviana estaba al borde de colapso total. Al fin había encontrado la dirección que David le había dado la última vez: la villa de la bahía. De inmediato hizo que el conductor la llevara alli.
En el camino, no se atrevió a contarle a Silvia sobre esto, temiendo que se preocupara
demasiado.
-Oscar, por favor, no te metas en problemas. Si algo te sucede, yo… yo no podré vivir.
Finalmente, llegaron a las afueras de la zona de la villa. Viviana bajó del coche de inmediato.
Sin embargo, justo en la puerta, el guardia de seguridad se negó a dejarla entrar. Sus inten de llamar a David fueron completamente en vano. Sin opción alguna, se quedó preciso en la entrada, gritando con furia:
–¡David, eres un desgraciado sin vergüenza! ¡Sal y enfrentame, o llamaré a la policía!
Ella no se atrevió a llamar a la policía, temiendo que, si las cosas se ponían demasiado dificiles, Julio lo descubriría y eso sería un verdadero problema.
Mientras tanto, David aún estaba en medio de su enfrentamiento intelectual con Oscar, sentado perezosamente en el sofá, deslizando con delicadeza el dedo por su teléfono. De repente, el guardia de seguridad llegó a informarle que Viviana estaba afuera, lanzando fuertes
insultos.
-Despídela en este momento. Dile que si quiere dinero o cosas, que escriba sus demandas en un papel estos días y que venga a mi para intercambiarlo. No esperaré mucho. En cuanto a nuestro hijo, ¡que no se haga ilusiones!
El guardia de seguridad se retiró al instante.
En menos de diez minutos después, Viviana fue arrojada a un lugar desolado y solitario. All text © NôvelD(r)a'ma.Org.
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Cuando finalmente logró regresar a casa, se sorprendió muchísimo al encontrar que su propio padre también había bloqueado la entrada de la mansión.
-Señorita, el señor dijo que, si quiere libertad, no debería usar el dinero ni vivir en una propiedad de la familia García–le dijo el mayordomo con una sonrisa muy educada.
Viviana, sin poder quedarse en un hotel debido a que sus tarjetas estaban congeladas, se envolvió por completo en su abrigo y, entre lágrimas, llamó a Silvia. 1